Los años no han pasado
De los innumerables desencuentros de dos suicidas en una cornisa se estrenó el 12 de enero de 1998, y éramos tan jóvenes.
Tenía destino de premiación como la mayoría de las piezas de Marcelo Marán, pero ésta divergía de muchas suyas por la severidad del tema, y el extremo cuidado en tratarlo. Recordemos que en esas temporadas veraniegas desoladoras, se iniciaba para el país un prolongado período recesivo, el cual desembocaría en las jornadas lúgubres del 19 y del 20 de diciembre del 2001.
Y que la autoeliminación era una salida individual común entre los jubilados pauperizados, al casi 20% de la gente en edad laboral sin trabajo, a los exiliados económicos quienes, al arrancar de sí el contexto, perdían parte de la vida. Ergo, elegir reeditarla cuando asoma en el horizonte precisamente el regreso de la Argentina excluyente, y sus consecuencias a nivel víctimas, constituye un acierto trágico, a pesar del tono zumbón con que Marán sabe amortiguar el efecto de su historia, y los pasos de comedia de dos personajes sobre unas vigas de equilibrista (2,40 x 0,17 x 0,70), la cornisa real del título lindante con dos abismos: el vacío fatal del edificio y los espectadores.
El dolor por la pérdida de Asunción Achu Bellido un par de veranos atrás (Estrella a mejor actriz en la entrega del 98) hizo jurar a Alías que jamás volvería a procurar una remake.
Pero también creyó en homenajear a su compañera, dada su nueva afición por dirigir y su cuadratura humana, la de uno de los intérpretes más sensibles de la escena marplatense.
Su tendencia a poetizar las puestas le da una singularidad a su punto de vista que, digámoslo, sería una picardía no verlo atreverse a renovar los discursos de nuestro teatro1.
Hace diez y nueve años, el método elaborativo fue cauteloso y profesional, como lo ameritaba el tema. Se consultó a un psiquiatra, se seleccionaron cartas ulteriores de suicidas para leer en el escenario y otorgarle credibilidad al conflicto, “se trabajó en base a textos que escribía Marcelo y luego nosotros trabajábamos a nivel de improvisación y luego se reescribía o a la inversa”; un acercamiento minucioso al corazón de una decisión, la de quitarse la vida, que no podía tomarse a la ligera, sin respeto ni seriedad hacia los sufrientes, si bien la lucha por el lugar en la cornisa, la incompatibilidad de caracteres entre los dos sujetos, la biografía grotesca de cada cual daban pábulo a situaciones graciosas.
“La obra era una gran y hermosa provocación para su tiempo: hecha en una viga de equilibrio, había sorpresas al espectador en forma constante y provocaba gran distanciamiento. La puesta tenía la viga, el neón, el humo, los vestuarios negros, todo con un tono de exageración y gran teatralidad”.
Un cuadrado de luces de neón atrás, un calentador que impartía humo y luces dicroicas con unas patas de cemento, comenta Alías, conformaban (y conforman) todo el austero decorado.2 Bellido había atesorado en su propia casa todos los trastos durante casi dos décadas y Marán y Alías los reencontraron al momento de reeditar De los innumerables —como si la fallecida actriz sospechara su reciclaje más allá de su participación en él. Un monólogo de Shakespeare (Ofelia, en Hamlet), rara incorporación en Marán, reacio a las citas, enriquecía el lenguaje de, ya podemos arriesgar, es una de las grandes obras realizadas por manos locales en el devenir de la ciudad.
En el reestreno del 15 de diciembre de 2017, Alias apeló a dos actores de larga trayectoria, Natalia Escudero y Héctor Martiarena. Se apoyó en un empleo científico de las luces: rasantes para la lectura de las cartas, cenital azul para los momentos mímicos (los dos personajes quieren pasar al lado opuesto sin caerse en la estrechez de la cornisa), y la introducción del Canon de Pachelbel, de resonancias fúnebres, blanca sobre la viga y color caramelo en torno a los diálogos que definen personalidades.
La proyección de un cielo grisáceo detrás, que va tornándose en negro a medida que se producirá el desenlace. “Le sugerí a Marcelo escribir un texto nuevo que hablara del suicida del hoy, el que no es nada, el que ha quedado totalmente al margen del sistema y no es ni siquiera basura”.
Marán respondió mediante un monólogo por boca de Natalia que actualiza y redimensiona la situación límite. A diferencia de la versión 98, Alias co-autor interviniente en el texto acentuó las aristas crueles de la realidad: la violencia de género, la soledad, la falta de dinero, la acumulación de razones determinantes de buscar lo irreversible. Martiarena, bastante más grueso frente a la flacura de Alias en la puesta original, produce una mezcla de ternura y gracia, complejizando a la criatura dramática —un suicida no tiene por qué ser anoréxico.
Escudero y sus desgarramientos generan la misma ambigüedad entre adhesión y distancia, deliberadamente encarada por Alias, uniendo lo neutral y lo identificatorio, saltando de una posición a otra sin dejar tiempo a quedarse en cualquiera.
Madurada por la vida trascurrida, contenida como la penuria de ya no ser, poética y amarga, De los innumerables modelo 2018 ratifica su cualidad de obra maestra, más fuerte y sensitiva que antes, actuada por dos históricos de notable presencia y bajo la batuta de un verdadero artista de las emociones.
Dr. Gabriel CABREJAS
Enero 2018
1 Se demuestra este perfil en Flores arrancadas en la niebla (2016), de Arístides Vargas, con Pato Viglianchino y Rosa Pelaia (sala Nachman)
2 Palabras de Eduardo Alías a través de un pormenorizado informe vía mail, contribuyendo en la redacción de esta crítica. 9 de enero de 2018.
